Intentaré explicar
cómo
viví todo
lo
que
a
mí alrededor
sucedió y
sentí como
una
experiencia única
cuando
comenzó a
gestarse
la
expedición
al
Everest.
Distinguiré todo
este
proceso
en
cuatro
partes
que
considero
esenciales.
La
preparación
física
La
preparación
Psicológica
La
Aclimatación
La
decisión
de
ir
a
cumbre
La
preparación
física :
Es
muy
importante
pero
no
es
fundamental.
En
mi
caso
llevo
unos
25
años
practicando
el
cicloturismo
casi
de
competición,
entrenando
casi
a
diario
con
una
media
anual
de
entre
10.000 y
16.000
kilómetros.
Y
no
cabe
duda
que
ha
sido
esta
práctica
deportiva,
la
que
me
ha
dado
un
fondo
lo
suficientemente
importante
como
para
resistir
largas
jornadas,
como
las
que
se
necesitan
para
el
ascenso
de
grandes
montañas.
A
esto
hay
que
añadir
que
los últimos
tres
años,
me
he
dedicado
más
específicamente
a
la
montaña,
con
viajes
a
los
Andes,
a
los
Alpes
y
prácticamente
todos
los
fines
de
semana
a
los
Pirineos
o
a
los
Picos
de
Europa.
Desde
que
supe
que
iba
al
Everest,
unos
5
meses
antes,
el
entrenamiento
era
a
diario, después del trabajo, siempre sacaba unas dos o tres horas (a veces
de noche) para subir al Gorbea o ir al San Lorenzo (La Rioja), como anécdota,
diré que al Gorbea ascendí unas 70 veces y otras 25 al
San Lorenzo. Los fines de semana aprovechaba para acudir a los Pirineos principalmente.
Y cuando esto no era posible porque la búsqueda de espónsores era
imprescindible, salía a correr para hacer fondo, (no daba importancia
al tiempo que empleaba en recorrer esas distancias sino a la distancia), solía
hacer unos 20 kilómetros. Una semana antes de salir hacia Kathmandú,
dejé los entrenamientos para coger algo más de peso. En cualquier
caso, una vez en Nepal, la preparación física sigue su curso y
es aquí donde se llega al momento cumbre de tus facultades.
Es en el treking de aclimatación donde notas que físicamente estás
casi al cien por cien. A partir de aquí la forma física la mantienes
hasta el último día.
La
preparación
Psicológica :
Creo
que
es
uno
de
los
factores
que
no
se
suele
tener
en
cuenta
y
es
sino
fundamental,
si
muy
importante,
que
no
hay
que
descuidar
en
ningún
momento.
Quizás
aquí hay
que
utilizar
cada
uno
su
propia
estrategia,
aunque
no
estaría
de
más
consultar
con
expertos
para
seguir
unas
pautas.
Yo
desde
el
principio,
hacía
ejercicios
mentales
para
concienciarme
que
mi
estancia
en
el
Himalaya
iba
a
ser
muy
larga
y
penosa,
y
que
quizás
el
aburrimiento
y
la
añoranza
de
mi
familia
podrían
ser
un
factor
determinante
para
abandonar
antes
de
lo
previsto,
cosa
que
ocurrió en
alpinistas
que
estuvieron
en
aquellas
laderas
del
Himalaya.
Yo
tenía
mucho
miedo
a
la
distancia
con
respecto
a
mi
familia,
pues
soy
muy
casero
y
me
gusta
estar
mucho
en
mi
casa
disfrutando
con
ellos,
mi
mujer
lo
dijo
en
una
ocasión
y
es
muy
cierto,
y
es
que si
pudiera,
traería
al
Everest
cerca
de
casa
para
poder
disfrutar
de
los
dos, y ¡quién
no!.
En este aspecto, además de la mentalización diaria y sobre todo
cuando ya estás inmerso en la expedición hay que añadir
la comunicación con el exterior, en mi caso telefónico, que hace
más llevadero el problema de la distancia. Nosotros llevamos un teléfono
vía satélite (bueno creo que todas las expediciones lo llevaban)
y el poder comunicar con familiares, prensa etc., de alguna manera, era como
volver a casa de inmediato, dándote ánimos para seguir adelante.
La
Aclimatación : ¡fundamental !es
fundamental,
puedes
ir
preparado
físicamente
y
psicológicamente
muy
bien
pero
si
no
aclimatas
lo
suficientemente
bien
como
para
llevar
adelante
una
empresa
de
este
calibre,
no
tienes
nada
que
hacer.
Yo
antes
de
ir
directamente
al
campo
base
del
Everest,
lo
que
hice,
fue
llevar
a
cabo
un
periodo
de
aclimatación
que
duraría
aproximadamente
12
días
y
que
se desarrollaría en
el
Himalaya
en
su
parte
Nepalí y
así "mataría
dos
pájaros
de
un
tiro" aclimatar
y
no
aburrirme
de
estar
tanto
tiempo
en
un
mismo
lugar.
En esta zona, iríamos ascendiendo desde una altitud
aproximada de 2.000 m que llegaríamos en avioneta,
hasta los 5.500 m. Que iríamos ascendiendo poco a
poco parando a descansar al atardecer en los poblados del
Nepal que ya está preparado para este tipo de turismo.
Como anécdota, comentaré que en el primer poblado
que paramos a dormir, creo que se llamaba Phakding a unos
2.900 m, ya me tuve que tomar la primera aspirina, pues la
cabeza empezaba a notar los primeros síntomas de la
altura. A pesar de ello y teniendo en cuenta que siempre
se me ha dicho que hay que andar despacio para aclimatar
mejor, no hice caso e intentaba forzar la marcha pues creía
que tendría tiempo de recuperar y que lo que provocaría
según mi criterio, sería una mejor aclimatación.
Quizás esto me llevó a un desajuste mayor de
mi cuerpo, pero en la medida que iba ascendiendo, me encontraba
al menos muy bien teniendo en cuenta que iba con un grupo
de 5 compañeros más y me servían de
referencia. Según mi comportamiento físico
y la respuesta que también de ellos tenía,
comprobaba que el sistema que yo estaba utilizando quizás
me llevaría al éxito y desde luego que siempre
que podía, después de llegar a los puntos de
descanso para pernoctar, seguía moviéndome
aunque solamente fuera para subir desniveles de tan solo
50 o 100m.
Que ya a una altura superior a los 4.000 metros supone un
auténtico esfuerzo.
Una vez terminado el treking de aclimatación y comprobado
que en comparación con los demás compañeros,
mi cuerpo había reaccionado de forma espléndida,
volvimos a Kathmandú para iniciar la aproximación
al Campo Base Chino del Everest. Aquí llegaríamos
ya de forma rápida, (con vehículos todoterreno)
y lo cierto es que nos presentamos en 3 día a 5.200
m. Sin ningún tipo de problemas provocados por la
altura, eso sí, los tres días que estuvimos
en este campo, aproveché para seguir aclimatando y
me hice dos montes de unos 6.000 metros es decir hacer desniveles
de unos 800 metros, que ciertamente, es un esfuerzo en ocasiones
excepcionales para conseguirlo, pero que tienes que tener
siempre presente que la aclimatación no
se
debe
descuidar.
También
tuve ocasiones
para sentirme
realmente mal,
con síntomas
claros del
mal de
altura, náuseas,
dolor de
cabeza, excesivo
frío,
cansancio, etc.,
esto reflejará que
tu cuerpo
aún
no está en
condiciones
de
acometer
retos
importantes.
El
ascenso
al
Campo
Base
Avanzado
(ABC),
que
está situado
a 6.400 metros, ya empezó a complicarme las cosas
pues aquí es donde te tienes que tomar las cosas con
calma en todos los sentidos. En este lugar íbamos
a permanecer aproximadamente unos 45 días y son los
primeros días donde todos los síntomas de la
mala aclimatación van a convivir conmigo.
Con
el primer
ascenso al
Campamento I
situado a
7.100 metros,
llegaría
en
mi
caso
el
momento
más
delicado,
en
cuanto
a
la
aclimatación
se
refiere,
de
mi
experiencia
en
el
Everest.
Ya
que
además
de
equivocarme
y
llevar
encima
una
mochila
de
unos
20
kilos,
el
ascenso
de
una
pala
con
una
fuerte
pendiente
de
unos
400
metros
de
desnivel,
hizo
que
llegase
al
campo
uno,
en
unas
condiciones
de
agotamiento,
al
menos
para
mí preocupantes
con
vistas
a
un
futuro
próximo.
Recuerdo
que
cuando
me
faltaban
unos
50
metros
para
llegar
a
las
tiendas,
me
crucé con
Juanito
Oiarzabal que
bajaba
hacia
el
CBA
y
creo
que
me
vio
tan
agotado
que
me
aconsejó que
dejara
el
material
correspondiente
en
las
tiendas
y
me
volviera
al
ABC,
que
en
ningún
caso
me
quedara
a
dormir
esa
noche
allí arriba.
Hice
caso
de
ese
consejo
y
me
volví al
Campo
Base
Avanzado
para
descansar.
Cuando
ya
descendía,
el
cuerpo
comenzó a
mejorar
sensiblemente,
lo
que
me
hizo
plantearme
un
nuevo
ascenso
al
Campo
I
y
esta
vez
para
quedarme
a
dormir
y
comprobar
la
respuesta
corporal.
Así fue
y
a
los
dos
días
volví a
subir
y
en
esta
ocasión
a
demás
de
tardar
bastante
menos
en
llegar,
mi
cuerpo
estaba,
afectado
por
la
altura
claro,
pero
en
unas
condiciones
muy
aceptables,
quizás
aquí hay
que
recalcar
que
ahora
mi
forma
de
moverme
en
la
montaña
ha
cambiado
completamente,
el
paso
es
más
tranquilo
que
en
el
treking,
pues
ahora
lo
que
quiero
es
asegurar
la
ascensión
para
conseguir
llegar
lo
más
alto
posible.
Después de unos cuantos minutos de descanso, mi situación era casi
como en el ABC. Esa noche me quedé a dormir y lo hice aceptablemente,
teniendo en cuenta que hizo mucho viento, como anécdota, esa noche el
viento se llevó dos tiendas de unos Rusos. Pero dormí bastante
bien usando dos aspirinas una al llegar como precaución y otra a media
noche, que me desperté con dolor de cabeza. A la mañana siguiente
el día era soleado pero seguía el viento, me encontraba bien y
eufórico pues el cuerpo parece que respondía. Y seguí pensando
en la aclimatación e inicié el ascenso hacia el Campo II pero cuando
salí del resguardo que hace una pared de hielo que hay en el Campo I,
el viento era tan fuerte que no te dejaba caminar, lo que opté por bajar
al ABC.
Después de descansar unos días en el Base, volví a subir
y esta vez con la intención de llegar al Campo II. Siempre que subiría
haría noche en cada campo, es decir llegué al Campo I y pernocté y
a la mañana siguiente, inicié el ascenso al Campo II situado a
7.800 metros de altura y que para llegar hay que subir por una fuerte pala de
nieve y hielo larga, larguísima y sin puntos de referencia, es decir casi
recta, parece que no llegas nunca y por supuesto que la altura cada vez te lo
pone aún más difícil.
Es a partir de aquí donde voy a comprobar que la aclimatación que
hasta ahora había llevado, era la correcta, pues cuando llegamos a este
Campo II, compruebo que mis compañeros pasan una noche poco agradable,
mientras que yo conseguí dormir 6 horas, cosa que me pareció fantástico
y al mismo tiempo me daba alas para seguir soñando.
Volvimos a bajar al ABC y ahora parte del grupo decidimos bajar aún más
para aplicar una teoría que se está llevando a cabo desde hace
unos años y es bajarse a alturas muy inferiores para que se recupere el
cuerpo. En esta ocasión, nos bajamos al Campo Base Chino a 5.200 m. para
descansar tres días, y aquí lo que hacemos es pasear porque el
objetivo es ese, descansar .
Volvemos
a
subir
al
ABC
y
después
del
correspondiente
descanso
y
dejando
pasar
los
días
de
mal
tiempo,
vuelvo
a
subir
al
Campo
II,
siempre
pernoctando
en
el
Campo
I.
Y
en
esta
ocasión
el
descanso
en
el
Campo
Base
Chino
se
deja
notar,
además
de
quitar
las
toses
de
rigor,
veo
como
el
paso
a
esas
alturas
es
más
ligero,
con
el
mismo
esfuerzo,
está claro
que
la
buena
aclimatación
está haciendo
efecto.
Llegamos
al
Campo
II
y
como
el
tiempo
es
bueno,
el
descanso
se
hace
en
buenas
condiciones
durmiendo
prácticamente
toda
la
noche.
Al
día
siguiente
inicio
el
ascenso
para
conseguir
los
8.000
metros
cosa
que
logro
sin
dificultad.
Para
mí este
era
el
objetivo
principal,
teniendo
en
cuenta
que
no
tenía
experiencia,
(en
alturas
superiores
a
los
7.000
metros).
Pero
también
me
hace
pensar
que
la
cumbre
puede
ser
posible
ya
que
mi
cuerpo
está respondiendo
perfectamente
y
siempre
comparando
mi
estado
físico
con
mis
compañeros
y
demás
alpinistas
que
allí se
encontraban
y
que
tenían
previsto
atacar
la
cumbre
en
el
momento
adecuado.
Ahora lo que nos planteamos es volver a recuperar el cuerpo para el ataque final
y lo que hicimos es bajamos a un poblado que está situado a 4.400 metros
y allí permanecer otros tres días con el fin de alimentamos bien
y descansar todo lo posible. Quizás este fue uno de los momentos claves
en la aclimatación a la hora de iniciar el ataque a la cumbre.
Después de sufrir el castigo que los 8.000 metros nos había sometido,
era imprescindible recuperar. Con la vuelta al ABC, el periodo de aclimatación,había
concluido, ahora la suerte y la climatología jugarían un papel
primordial.
La
decisión
de
ir
a
la
cumbre :No
cabe
duda
que
la
decisión
de
ir
a
la
cumbre,
es
un
factor
clave,
sabes
que
las
cumbres
presentan
las
mayores
dificultades
y
que
si
hasta
ahora
las
cosas
no
habían
sido
fáciles,
la
cumbre
presentaría
el
mayor
peligro
y
que
tu
vida
podría
estar
en
juego.
Entonces
hay
que
valorar
tus
posibilidades,
contra
los
riesgos
que
a
partir
de
ahora
te
vas
encontrar.
Esta
decisión
no
se
toma
a
la
ligera,
sino
que
la
das
muchas
vueltas
y
te
quita
alguna
hora
de
sueño.
Una
vez
tomada
la
decisión,
hay
que
hacer
un
esquema
mental
de
cómo
serán
las
cosas
a
partir
de
ahora,
y
lo
cierto
es
que
muchas
cosas
fallan,
pero
está previsto
que
fallen
porque
vas
a
entrar
en
un
mundo
desconocido.
'
Cuando
inicié el
ascenso
desde
el
ABC,
yo
iba
en
un
segundo
grupo,
ya
que
todos
a
la
vez
no
podríamos
coincidir
en
el
Campo
III,
pues éramos
muchos
y
el
jefe
de
la
expedición
tomó la
decisión
de
poner
en
un
primer
grupo
a
los
más
fuertes
o
a
los
miembros
de
su
expedición
(
recuerdo
que
yo
iba
compartiendo
el
permiso
con
ellos).
Así fue
y
hubo
un
intento
a
cima
cuando
yo
me
encontraba
a
8.000
metros
en
espera
que
hiciesen
cumbre
mis
compañeros
para
yo
hacer
lo
propio
después,
pero
las
condiciones
meteorológicas
cambiaron
bruscamente
y
se
tuvieron
que
dar
la
vuelta
y
bajarse
al
ABC.
Yo aguanté una noche más en el campo II en
espera de una mejoría en el tiempo, pero al no producirse,
decidí volver yo también, no antes sin esperar
a un compañero que volvía del Campo III en
no muy buenas condiciones para acompañarle en la bajada.
Estas dos noches creo que fueron excelentes como aclimatación
final, ya que cuando llegué al ABC, me encontraba
pletórico de fuerzas y de ánimo, que junto
con una previsión meteorológica de buen tiempo
para los próximos días, hizo que me plantease
volver a intentarlo. Y así el 23 de mayo inicié el
ascenso al Campo I junto con mi sherpa Lhakpa Gyalzen y el
Argentino natural de Salta, Gustavo Lisi, tuvimos que pernoctar
en ese campo dos noches por el mal tiempo. El día
25 ascendimos al Campo II durmiendo allí esa noche
y al día siguiente (día 26) iniciamos el ascenso
al campamento III situado a 8.300 metros. Fue una ascensión
relativamente cómoda, siempre teniendo en cuenta que
en esas alturas es un constante sufrimiento. Justo antes
de llegar a nuestra tienda había un alpinista muerto,
aunque estaba casi tapado por la nieve. Me introduje en la
tienda y además de descansar que era lo que más
se agradecía, estuve un buen rato disfrutando del
paisaje, todo cuanto tenía por delante, estaba muy
por debajo de mí, incluido el Cho-Oyu que siempre
lo tenía de frente y como referencia. Estuve como
una hora y media solo antes de que llegasen el Sherpa y el
argentino. Después de hacer agua, comer y descansar,
nos pusimos en contacto con nuestros compañeros del
ABC para comunicarles nuestra situación, ya en ese
momento ya estábamos pensando que podríamos
atacar la cumbre de madrugada. Un miembro del equipo de Al
filo de lo Imposible se puso en contacto con nosotros para
que rescatásemos una cámara de fotos que se
les quedó en ese campo, cuando fui junto con Lisi,
encontré un piolet que ellos usaban para la filmación
de una reproducción de la expedición de Irvin
y Mallory, era un piolet de madera y alto, lo tomé para
mi pues el que yo subía era bastante pequeño,
muy técnico pero pequeño. Volvimos a la tienda
y a esperar que el tiempo mejorase o de lo contrario volverme
a tras definitivamente pues habíamos agotado los días.
Pero en la medida que avanzaba la tarde, el tiempo cambiaba
sensiblemente, lo que me hace olvidar que estoy a una altura
de 8.350 m. que no hubiera soñado antes de ir al Himalaya,
y comencé a hacer planes para el ascenso a la cima, después
de entablar una conversación por Talki con mis compañeros
en el ABC, decido salir a la una de la madrugada, pues al
principio yo pensaba salir a las 11 de la noche pero me aconsejaron
salir más tarde para no llegar muy pronto al segundo
escalón y tener que detenerme a esperar que amaneciese
y poder congelarme. Le comenté al Sherpa la posibilidad
de salir a las 12 de la noche, pero él no quiere actividad
a esa hora, creo que es por razones religiosas. Aquí es
donde se "fragua" por decirlo de alguna manera
lo que sería la causa principal de mis congelaciones.
En definitiva, que salimos hacia la cumbre a la una y media
de la madrugada. Lisi que ya durante la tarde estuvo conectado
al oxígeno artificial Lakpa y Yo. A la media hora de salir,
Lisi no dijo que se dio la vuelta y bajó de nuevo
a la tienda. Era el momento que tomábamos los primeros
corredores antes de llegar a la arista cimera, entonces decidimos
Lakpa y Yo colocamos el oxígeno artificial, para ir
más cómodo o tener menos frío, pero
la verdad es que tampoco se nota tanto como se suele decir.
Al llegar a la arista. tomé la delantera y hasta la
cima fui yo abriendo huella y teniendo en cuenta que Lakpa
quizás era de los mejores Sherpas que había
en el Everest ese año, me daba coraje para seguir,
pues veía que iba muy bien.
Ya recién amanecido, llegamos al primer escalón,
una pared de roca no demasiado grande, pero que me sorprende
porque tenía la idea que era menos complicada, pero
había que subirla y así lo hice cogiendo las
cuerdas que allí había y siempre comprobando
cuál de ellas eran las más nuevas (ese año,
no se equipó con cuerdas desde el Campo III a cumbre,
eran cuerdas de otros años), una vez superado esta
pared, quizás comencé a disfrutar de todo aquello
hasta que llegaría a la cima. ¡Qué bonito¡ era
algo fantástico, pero había que seguir y aún
quedaba mucho. Llegamos a una roca que creo la llaman "la
roca Champiñón" y me detengo para sacar
una fotografías a Lakpa y veo al fondo el Makalu,
¡ que bajo está¡ seguimos y en unos minutos llegamos al segundo
escalón, y la verdad es que a este punto lo tenía mucho respeto,
por las imágenes que había visto en alguna proyección o
en algún libro,. Y sin menospreciarle, me pareció bastante menos
de lo que imaginaba. Tiene una primera parte de roca que se escala con cuerdas,
para pasar a una especie de pala de hielo con bastante menos dificultad y que
da paso a la famosa escalera, en este punto me detuve de nuevo para fotografiar
la famosísima escalera y el paisaje, una escalera de unos 10 metros, metálica
que está sujeta con cuerdas y además hay también cuerdas
colgando de la parte de arriba, lo que hace que además de comprobar que
la escalera esté bien sujeta, ponga el jumar en una de las cuerdas y ascienda
por la escalera, que ciertamente te da mucha seguridad.
Cuando sobrepasas este lugar ya te crees que has llegado a la cima pero no es
así, aún quedaba bastante y a lo lejos observo a un grupo de gente
que me dejan "pasmao" pues me hace pensar que el mal de altura me está afectando,
ya que ese día no había nadie al menos por delante, seguro. Con
la misma empecé a hacer cuentas aritméticas para ver la reacción,
si sabría contestar rápido y bien, y la prueba parece que funcionaba.
Aquí podemos hacer un paréntesis y hacer mención al mal
de altura que posiblemente aparezca en casi todas las ocasiones que uno se acerque
a estas montañas, y es importantísimo saber cuáles son esos
síntomas y por supuesto poder, verlos en un momento determinado. Las alucinaciones
son o suelen ser frecuentes y uno de los ejercicios más sencillos y efectivos,
son hacer cuentas matemáticas sencillas, si la altura te está afectando,
seguro que no sabes responder o si respondes lo hacer erróneamente, claro
está que esto lo tiene que ver otro compañero. Pero a falta de
compañero, es importante al menos que tú lo vayas haciendo. Volviendo
al grupo de gente que había visto, resultó ser unas 12 botel1as
de oxígeno que alguien había dejado allí por si las cosas
se ponían feas, las botellas estaban puestas en pié y llenas porque
comprobé dos de ellas y pesaban "de lo lindo", entonces me tranquilicé porque
no eran alucinaciones, seguí adelante y pronto sobrepasamos el tercer
escalón, que no tiene ninguna dificultad pues se da un rodeo y no hay
que escalarle, pero al salir de él comienzas a subir la pirámide
de hielo que da prácticamente a la cima.
Al comenzar con la travesía de la pirámide, nos encontramos con
la mayor dificultad de toda la ascensión, las cuerdas estaba tapadas por
la nieve caída esos días y se había acumulado tanta nieve
que nos era imposible desenterradas y no solo eso, sino que se había formado
una especie de panza y no nos dejaba pasado sin cuerdas, aquí perdimos
una media hora intentando sacar las cuerdas del hielo y eso provocó que
Lakpa se quisiera volver para atrás, entonces miré el reloj y vi
que eran las 12 y cuarto del mediodía, y comprendí que era bastante
tarde pero no demasiado, si lográbamos pasar aquello, en menos de una
hora estaríamos pisando la cumbre. Me costó convencer a Lakpa,
pero lo hice, eso sí tuve que arriesgar yo y pasar primero aquella panza
de nieve y hielo y ciertamente no es que pasase miedo porque de lo contrario
no hubiera pasado, pero si pasaba pensando que si se desprendía algún
crampón o el piolet, no solo me caería yo sino que también
me llevaría a Lakpa por delante. La suerte en ese caso se alió con
nosotros y logramos pasado no sin dificultad. Y la verdad que en el momento que
pasé esa horrorosa panza, seguí la ascensión a un ritmo
casi como si estuviese a 6.000 metros y es que la proximidad de la cima me daba
alas. Pero aún me encontré con otra pequeña dificultad que
poca gente la describe y es que después de pasar la pirámide de
hielo, tienes que volver a escalar un tramo de roca con cuerdas fijas pero que
de este año no era ninguna, y tienes que tantear cual es la más
segura. Una vez ascendido esta pared, sales a una pala de hielo y sigues sin
ver el final y después de unos pocos metros más, entonces ¡Sí¡ ¡Ya
es hora¡ ya llego a la cima estoy a menos de 10 minutos para pisar el punto
más alto del mundo (me detengo y fotografío la cumbre) y en pocos
segundo me pasan por la cabeza las gentes más importante en mi vida los
que están y los que no están y también los que me han ayudado
a estar aquí. Cuando estaba pisando la cima, miré el reloj y eran
las 13 h. y 20', hora Nepalí y según mi reloj y observo como el
Lhotse queda muy por debajo de donde yo estoy, pero entonces me vino a la cabeza ¿Y
el trípode? No veía el trípode por ninguna parte, Lakpa
aún no había llegado y me giré para buscar el famoso trípode,
entonces resbalé y me caí pendiente abajo hacia el lado Nepalí creo,
y aunque intentaba cruzar los pies para frenar, bajaba tan descontrolado que
pensé que aquel momento era el final. Me parecía injusto pisar
la cima y quedarme allí, fueron posiblemente unos pocos segundos, pero
por mi cabeza paso una vida y un deseo inmenso de seguir viviendo, ¡grité,
le grité a Dios, pedí auxilio y de pronto algo me detuvo, con la
misma clavé el piolet fuertemente hasta el fondo, una vez que me vi seguro,
miré hacia atrás y vi como dos piedras no muy grandes me había
frenado, sobre todo una de ellas que rasgó el buzo y se quedó enganchado
en él. Me levanté e inicié nuevamente el ascenso a la cumbre,
allí estaba Lakpa que al mismo tiempo que me abrazaba, me regañaba,
supongo que se asustaría mucho, pero no tanto como yo. Observamos un poco
el paisaje, nos hicimos las fotos y comenzamos el descenso. Nos había
entrado las prisas por volver, allá arriba ya no hacemos nada. De nuevo
llegamos a la panza de la pirámide, pero ahora no nos podemos entretener
y la pasamos con todas las precauciones del mundo. Al llegar al segundo escalón,
bajó primero Lakpa y después lo hice yo, cuando dejo las cuerdas
veo que el Sherpa se había alejado y que ya hacía tiempo que me
había quedado sin el oxígeno, pero no le doy importancia y sigo
la marcha, pero en ese momento quizás no era consciente que yo bajaba
despacio, quizás para no cometer otro error y volverme a caer por aquellas
laderas. La caída de la cima era evidente que psicológicamente
me estaba pasando factura. El tiempo pasó rápidamente y la noche
se mezcló con la niebla y con la falta de visión en el ojo derecho.
Ahora me tengo que parar y pensar muy bien lo que tengo que hacer. Me parecía
una auténtica temeridad seguir en aquellas condiciones y pararme para
vivaquear llevaría consigo congelaciones en pies y manos, pero podría
seguir viviendo. Esta fue la decisión que tomé y que hoy no me
arrepiento.
Busqué un lugar donde refugiarme y la piedra más grande que había
en ese lugar, comprobé que lugar estaba más protegido del viento,
curiosamente era en uno de los extremos, hice un pequeño agujero en el
hielo para no resbalar y saqué de la mochila la funda vivac que siempre
llevo conmigo, puse la mochila de almohada y me cubrí el cuerpo con las
banderas de Castro Urdiales y Cantabria que había subido a la cima. Cerré la
cremallera e intentaba moverme para mantener la temperatura, al menos la noche
era tranquila con lo que al fuerte viento se refiere. No sé el tiempo
que pasó pero creo que me dormí y desperté sobresaltado
y tembloroso, abrí la cremallera y pedí auxilio e hice tocar un
silbato que llevaba en la mochila, pero después de todo esto, pensé que
allá no me podría ver nadie, observé el horizonte (Cho-Oyu)
y había tormenta que si vendría hacia mí lo complicaría,
pero tuve suerte. Me acordé de Lakpa, no sabía qué habría
pasado con él, si hubiese podido alcanzar el Campo III o por el contrario
estaría vivaqueando como yo. Me quedé dormido de nuevo y esta vez
creo que bastante profundo, porque la noche no se me hizo tan larga, lógicamente
el cansancio estaba haciendo efecto. Pero yo no tuve en ningún momento
del vivac, la sensación de que me podía quedar allí, yo
estaba "muy bien".
Comenzó a clarear y miré el reloj, eran las cuatro y media de la
mañana y se veía muy bien, el ojo se había recuperado y
físicamente estaba recuperado, al menos eso me pareció a mí.
Me levante y después de recoger todas mis cosas, comprobé el estado
de las manos y de los pies, y aparentemente funcionaban perfectamente. La verdad
es que pensé que sería un verdadero milagro salir de allí sin
ningún tipo de congelaciones.
Cuando llegue al primer escalón puse el "ocho" e inicie el rappel
cuando llegue a la parte de abajo al soltar el "ocho" se me calló de
las manos y le perdí de vista ladera abajo. Entonces me di cuenta que
mis manos al menos estaban congeladas pues estaban en posición cerradas
y agarrotadas, no las podía abrir. Pero no me detuve y continué el
descenso al mismo tiempo que movía los dedos de los pies, pero parecía
que estaba sanos. Cada vez que tenía que soltar el mosquetón de
seguridad y volver a poner en las cuerdas, me costaba una barbaridad, pero había
que salir de allí y sacaba fuerzas de donde no había, ya por fin
observo las tiendas del Campo III y cuando estoy casi llegando se acercó a
mí el Sherpa de Silvio un y me ayudó a soltar el mosquetón
hasta que llegué a las tiendas.
Me hidraté lo que pude, mientras Lisi que se encontraba en las tiendas
del Campo III, me "ayudaba" a quitarme la mochila y también
la cámara de fotos, sin que yo me diera cuenta, me sacó el carrete
de diapositivas de la cámara y con la misma nos comunica a Lakpa (que
estaba con síntomas de edema cerebral) y a mí (congelado) que se
baja hacia el base, dejándonos solos y sin líquido. Le dije a Gustavo
que estábamos mal los dos y que por favor si se bajaba, nos esperase en
el Campo II para hacernos agua ya que estábamos deshidratados, él
con mucho desparpajo, no dijo que sí, que nos esperaba allá.
Después de descansar unos minutos, iniciamos un larguísimo descenso
Lakpa y yo hacia el Campo II, pero las fuerzas eran cada vez menos y el ritmo
de bajada era lento. Llegamos al Campo II y allá no había nadie,
Lisi nos había abandonado a nuestra suerte. Yo tenía la boca muy áspera
no podía ni siquiera tragar saliva. Estuvimos descansando unos minutos
e iniciamos el descenso al Campo I, con una intensísima niebla que apenas
nos veíamos Lakpa y Yo y tan solo nos separaba unos diez o quince metros,
con la intención de quedamos a dormir allí porque las fuerzas no
soportarían bajar la pala del Campo I al CBA. Cuando nos faltaban unos
pocos metros para llegar a las tiendas del Campo I, apareció de entre
la niebla la voz de Silvio Mondinelli , el Italiano que compartía
permiso con nosotros, fue para mí como una auténtica aparición.
Nos fundimos en un abrazo con lágrimas en los ojos, nos llevaba té caliente
y agua. ¡qué maravilla¡ esperamos a Lakpa y bebió también
hasta que agotamos todo el líquido, unos metros más abajo en el
Campo I estaba Mario Merelli el otro Italiano que junto con Silvio y dos sherpas,
subieron a buscarnos , nos volvimos a hidratar y nos ayudaron a descender hasta
el Campo Base Avanzado. Al finalizar la interminable pala, nos esperaban Willy
Bañales y Angel Navas con una coca-cola (será la coca cola más
rica de la historia).
Ya estábamos a salvo, por fin, después de 15 horas seguidas de
descenso.
En la tienda cocina nos esperaban Rosa Real y Miguel Angel Vidal, quienes nos
atendieron de nuestras lesiones, montaron allá mismo casi un hospital,
poniéndonos suero a los dos y haciéndome las primeras curas de
urgencia tratando mis congelaciones de la mano, que dicho sea de paso, siempre
que vayáis a la alta montaña, el tratamiento idóneo de unas
congelaciones de emergencia es:
Baños de agua caliente a 39 grados con mucho "betadine" y con
las manos o pies sumergidos durante 20 minutos, dos veces al día, tomando
vaso dilatadores si los hay y si no, aspirinas, y si hay, también algún
antibiótico. Las manos cubrirlas con vendas y además protegerlas
con manoplas para evitar el contacto con el exterior y prevenir cualquier tipo
de infección. Importantísimo, evacuar lo más rápidamente
posible y que nunca te pinchen las ampollas que se derivan de las congelaciones.
La misma ampolla está haciendo de protección.
Desde aquí mi agradecimiento a todos los que de alguna manera me ayudaron los
días previos al regraso a Zaragoza y en especial al magnífico trato recibido
en el Hospital de la Maz por parte de las enfermeras de la planta y al inmejorable
trato humano y profesional por parte de Kiko Arregui y de Chelo Chillida.
Esos
días,
se
escribió mucho
sobre
mi
ascensión
y
todo
fueron
invenciones
y
falsedades.
Hay
periodistas
que
lo
son
porque
sacaron
el
título
en
la
universidad,
pero
nada
más.
El
día
que
hice
cumbre,
fue
un
día
de
libro
para
ascender,
soleado,
despejado
y
con
poco
viento ¿Qué más
se
puede
pedir?
Y
si
no
hacía
tan
buen
tiempo, ¿Cómo
se
explica
que
las
cámaras
de
Al
filo
de
lo
Imposible
me
grabaran
desde
el
Campo
Base
Chino?
Y
las
imágenes
son
totalmente
nítidas
y
sin
nubes?.
Gustavo Lisi jamás subió (aquel año)
más arriba de los 8.400 metros, nunca intentó subir
a buscarme ¿Cómo me va a encontrar sentado
en yo que sé qué lugar si no se movió de
las tienda del Campo III?, todo lo contrario, me abandonó.
Se marchó del Campo III dejándonos a Lakpa
(por cierto, a este hombre lo contratamos Cipriano López
y Yo, luego jamás fue sherpa de Lisi) y a Mí solos
y si no hubiéramos bajado de allí, ahora posiblemente
con todas sus mentiras (creídas por los que se creen
periodistas) sería un héroe. Por desgracia
años más tarde se ha convertido de nuevo en
protagonista al abandonar
a su cliente en el Everest nepalí y
esta vez con resultado de muerte.
Muchos me preguntan qué es lo que cambiaría,
si volviese al Everest de nuevo. Pues creo que el único
error, si es que lo hubo, fue salir tarde del Campo III hacia
la cima, quizás de volver, saldría dos horas
antes. Pero nunca sabes, igual luego te sale alguna otra
cosa mal. En cualquier caso, no me arrepiento ni de haber
ido al Everest ni de haber tomado la decisión de vivaquear.
Creo que los accidentes hay que solucionarlos y seguir adelante.
En algún lugar leí que: Un montañero
no hace un paréntesis en la vida para ir a la montaña
sino que es la vida misma.
Espero haber transmitido, al menos en parte, lo que yo viví en el
Everest y si se puede, que sirva para que otras personas puedan sacar provecho
de esta experiencia.
Juan
Carlos
González
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